Sueños logrados
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
“Corría el año 1975. Mi ilusión era indescriptible cuando llegué a República Dominicana. Todo me parecía nuevo, radiante y casi de película. Sólo mis ojos, con un halo de pena en el fondo, denotaban que aquello era una realidad y no un sueño. Pero lo mío entonces era soñar y cada día sigo siendo parte de esa búsqueda de Dios que inicié tan tempranamente como pude, y que aún continúa en mí como el primer día.
En República Dominicana trabajé en parroquias rurales y allí me encontré, en muchas ocasiones, con una realidad de extrema pobreza. Y veía a mi alrededor profetas de carne y hueso, gente de Dios, locos a lo divino . Algunos de ellos perdieron la vida en búsqueda de un mundo más justo y menos violento, donde se pudiera respirar menos odio, rencor y muerte. Y cuando veía a esas personas me recordaba de Gandhi. Y ellas, como él, poco o casi nada tenían, sólo disponían de la verdad y, en algunas ocasiones, de su vida. “Soy un pobre mendigo. Mis bienes terrenos consisten únicamente en seis ruecas, unos platos de hojalata, una jarra de leche de cabra, seis taparrabos y unas toallas fabricadas en el ashram, y finalmente mi reputación que no vale gran cosa” (Gandhi).
En República Dominicana me golpeó fuertemente la injusticia y la muerte. No podía quedar insensible e impasible. En la muerte de Manuel, sentí una gran pena e indignación y me preguntaba el por qué de esas muerte inocentes y otras más. Y como Mons. Romero también yo oraba y gritaba: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión” .
Mas no todo era noche en mi alma. Ni mucho menos. Cuando las sombras se adueñaban de los hogares, notaba que mis ojos se bañaban de esperanza, de esa esperanza activa en que llegaría un día en que todos esos pueblos quedarían limpios de sangre, de odio, de que fueran preñados de amor y alegría.
Y me ayudó mucho el testimonio de Francisca y tanta gente buena que me encontré en mi caminar. “Tengo que arriesgar. Estoy comprometida con mi gente. Entre ellos nací y a ellos me debo”. Estas eran las palabras que repetía con frecuencia Francisca. Fue madre de muchos porque sembró esperanza, que era el pan de los pobres, según afirmaba; para ello necesitó de una fe inquebrantable, y de una caridad a toda prueba.
Y después de trabajar 10 años en República Dominicana llegué a Miami. Me tocó vivir en un barrio de negros (de color se dice aquí) y seguí soñando como M. L. King, quien quería convertir los sueños en realidad. “Cuando permitamos que la libertad sueñe, cuando dejemos que sueñe desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, podremos entonces aproximarnos a ese día en que todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, podrán darse la mano y cantar un espiritual negro, ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias, Dios todopoderoso, somos libres por fin”
Y allí trabajé 16 años con los inmigrantes, en su mayoría latinos. Debido a las distintas situaciones de pobreza en Latinoamérica y África, la gente opta por “el sueño americano o europeo”. Muchos emigran a países más ricos, tras padecer incertidumbre, antes de emprender la nueva aventura que les llevará a algunos a la muerte y a otros a pasar toda clase de penalidades... Pero nada le importa a la gente que arriesga la vida, que gasta sus ahorros o se endeuda con tal de llegar a la tierra de libertad a costa de lo que sea...
El inmigrante es aquel que no es de ningún lugar, o de todos los lugares; no se adapta del todo al cambio y no acaba de dejar la patria que le vio nacer. No es de aquí ni de allá; es alma inquieta, en movimiento, en permanente búsqueda. Miami es una de las ciudades con más residentes nacidos fuera de Estados Unidos. Según cifras del censo, el 59,7 por ciento de sus habitantes eran inmigrantes en 1990, comparado con el 9,7 por ciento de 1940. Entre 1990 y 2000 llegaron unos 400.000 nuevos inmigrantes en el condado Miami-Dade.
Es indescriptible el sufrimiento y las peripecias que han pasado todos los inmigrantes. Familias destrozadas, divorcios... Todos han tratado de superarse y ayudar a otros para que tengan un futuro mejor. Y, desgraciadamente, muchas veces por el futuro mejor se pierden los más nobles ideales, hasta la propia vida.
No me puedo olvidar de tantas personas que me visitaron, golpeados por una vida “sin papeles”, sin trabajo, solos y dejados a la intemperie. Pero en medio de tanto dolor, salpicado de tantas dificultades, hay, también, mucha alegría al ver cómo otros prosperan, al poder contar con una familia o unos amigos y, sobre todo, al ver cómo cada mañana se renueva la esperanza, ya que Dios da fuerzas y mantiene a sus hijos en el camino de la fe y del amor.
Durante todos los años de mi actividad pastoral al frente del Centro de Espiritualidad Nuestra Señora del Monte Carmelo casi siempre he tratado con inmigrantes. Los que llevan viviendo mucho o algún tiempo en Estados Unidos y los recién llegados. Con todos ellos he tenido la oportunidad de compartir sus esperanzas, de ayudar en la búsqueda de solución a sus propios problemas, y de fortalecer los recursos de espiritualidad necesarios para enfrentar los duros momentos por los cuales puede pasar un inmigrante en su proceso de adaptación cultural. En todos, de alguna forma, me he encontrado con almas rotas, desamparadas y desarraigadas.
Hace un tiempo, un inmigrante, con intento de suicidio y una enfermedad crónica encima, con sólo 24 años, me decía que se sentía bendecido por Dios por haberme encontrado en su camino. Yo también me he sentido muy bendecido por Dios por haber trabajado durante todos estos años, 26 años, cerca de los pobres, con los pobres y por los pobres, muy cerca de los inmigrantes. Poco a poco fui recogiendo sus inquietudes, problemas y sueños, alegrías y tristezas que, de alguna forma, también eran mías. Hoy los he juntado todos y forman un conjunto de sueños rotos, pero que, gracias a la fe, al amor y la valentía de estas personas lograron conseguir unos sueños logrados.
Los sueños son importantes en nuestra vida. Sabemos que no podemos vivir sin ellos, pues como dijo Platón: "al hombre, en verdad, solo se le conoce por sus sueños". Si nuestros sueños son pequeños, así será la realidad, aunque también podemos tener sueños maravillosos y al ponerlos en práctica encontrarnos sin fuerzas y coraje para llevarlos a cabo. Y quizá el secreto está en soñar juntos, en apoyarnos los unos a los otros. “Cuando uno sueña, es un sueño; cuando sueñan varios al mismo tiempo el mismo sueño ya es realidad” (H. Cámara).
Cuando éramos niños nos contaban cuentos para adentrarnos plácidamente en el mundo de los sueños y para enfrentarnos al miedo y a nuestros fantasmas. Después, al crecer, seguimos soñando, pero veíamos cómo nuestros sueños se desvanecían y se quedaban, en muchas ocasiones, en sueños rotos, perdidos, inacabados.
Nuestros sueños, esos deseos que ocupan el campo consciente de nuestra vida y nos permiten mirar como a través de una ventana, sueños despiertos, no dormidos, que podemos visualizar, desear, imaginar e incluso, actuar.
Los sueños afloran en nuestra vida cuando queremos algo que no tenemos y lo queremos impetuosamente, arrebatadamente. Pero no todos los sueños se llegan a realizar. Para que un sueño florezca y se haga realidad se necesitan tres cosas (y otras más): esfuerzo, tiempo, que las circunstancias sean propicias (y otras más).
En este libro nos referimos a los deseos-sueños cumplidos, realizados. Aquí hablamos de "Sueños logrados", para despertar los deseos esforzados del lector y empujarle a conseguir los suyos propios. No es una tarea difícil, sino esforzada, que es diferente. Se necesita una motivación sin altibajos, valentía para enfrentarse a cualquier dificultad, una pizca de humor para soportar la espera, y estar enamorado de aquello que soñamos. A esta pócima no hay quien se resista, ¡seguro!
Esfuerzo enorme tuvieron todos los testigos de los que he visto en mi vida, gente sencilla y del pueblo. Soñaron con poder permanecer y progresar en sus países, pero tuvieron que emigrar. Y aún así, siguieron soñando, pero trabajando fuerte para poder llevar sus sueños a buen puerto.
Pues bien, continuemos soñando, pues soñar es algo parecido a volar sobre las nubes, a danzar al ritmo del viento, a moverse y cimbrearse como una llama de fuego. Soñar es salir de la realidad para entrar en otra realidad más elevada e ideal que curiosamente nos devuelve a la realidad "real" llenos de energía y aprecio por las cosas reales. Nosotros queremos, con la ayuda de estos grandes soñadores, soñar y hacer soñar, convencidos como estamos de que soñar cada día, es encender una luz de esperanza y felicidad en la vigilia de aquellos que les cuesta lograr sus sueños.
Acaba de aparecer en CREDO EDICIONES este libro de Sueños logrados, quien desee conseguirlo puede buscar: sueños logrados de Eusebio Gómez Navarro, OCD